¿Qué es la fiebre del heno y por qué se llama así?
Se conoce como polinosis la sintomatología causada por la sensibilización clínica a los alérgenos presentes en los pólenes. Dicha sintomatología consiste en una rinoconjuntivitis que en un 40 % de los casos cursa, además, con asma.
El médico inglés John Bostock fue el primero en describir la enfermedad en 1819 (él mismo la padecía); entre los años 1819-1828 tan solo pudo encontrar 28 casos más de este raro proceso en toda Inglaterra. Posteriormente, diversos estudios epidemiológicos han ido demostrando un progresivo incremento en su prevalencia, hasta llegar a un 20% en la actualidad. Hemos pasado de una rara enfermedad al trastorno inmunológico más frecuente en el ser humano hoy en día.
John Bostock padecía en época estival una sintomatología consistente en rinoconjuntivitis y asma, y pensó que la causa de sus males eran las emanaciones que fluían de la hierba seca con la que se nutría el ganado (conocido como heno). En aquella época, el término fiebre se empleaba para designar cualquier proceso anormal del cuerpo humano, ya fuera febril o afebril, razón por la que Bostock denominó a este proceso fiebre del heno. El término, aunque erróneo, sigue utilizándose en nuestros días. La forma correcta para designar este cuadro médico es, como se ha dicho previamente, polinosis.
Causas y factores de riesgo de la polinosis
Los factores que se barajan como causa de el dramático incremento de incidencia de la polinosis son principalmente la falta de exposición a gérmenes durante la temprana infancia (hipótesis de la higiene), junto a la contaminación atmosférica en los países desarrollados y el cambio climático.
El riesgo de desarrollar la enfermedad viene dado por la conjunción de factores genéticos (disposición atópica heredada) y ambientales (una exposición a pólenes alergénicos; no todos lo son).
Identifica los síntomas
Los síntomas de polinosis pueden aparecer a cualquier edad, aunque el inicio suele ser más frecuente en la infancia y en la juventud. Una vez que aparecen los primeros síntomas clínicos, estos tienden a persistir indefinidamente en el tiempo, e incluso a agravarse (entre un 30-60 % de los pacientes puede terminar desarrollando asma bronquial). No obstante, un pequeño porcentaje de pacientes (8 %) puede presentar remisiones clínicas espontáneas, es decir, deja de tener sintomatología. La severidad de las manifestaciones clínicas depende de la cantidad de polen liberado y de la exposición del paciente a él durante la estación polínica específica; por tanto, puede variar de año en año.
La sintomatología consiste en una rinoconjuntivitis que en un 40 % de los casos cursa, además, con asma.
La rinoconjuntivitis alérgica cursa con síntomas nasales (moco líquido, estornudos en salvas o rachas, congestión y picor nasal) y oculares (picor, lagrimeo y ojo rojo), tras una inflamación alérgica de la mucosa nasal y ocular.
Se sospecha que una rinitis puede ser alérgica cuando aparecen síntomas como estornudos seriados, moco líquido, congestión nasal y picor (en la nariz o en el paladar, etc.), sobre todo si reaparece en determinadas épocas del año o ante la exposición a determinados alérgenos. También es muy sugestiva cuando se asocian síntomas oculares (y entonces se denomina rinoconjuntivitis).
La conjuntivitis alérgica se manifiesta principalmente como picor o prurito en ambos ojos, lagrimeo, secreción acuosa, enrojecimiento y/o edema de párpados Generalmente, la conjuntivitis alérgica aparece asociada a síntomas de rinitis y/o de asma alérgicas.
El asma se manifiesta en los pacientes como una sensación de falta de aire, tos y ruidos al espirar el aire que se asemejan a un silbido (las llamadas sibilancias o pitos), aunque no siempre todos los síntomas están presentes en los episodios de asma.
¿La fiebre del heno produce fiebre realmente?
La fiebre del heno NO produce fiebre. En la época en la que se describió por primera vez la polinosis, el término fiebre se empleaba para designar cualquier proceso anormal del cuerpo humano, ya fuera febril o afebril, razón por la que Bostock denominó a este proceso fiebre del heno. El término, aunque erróneo, sigue utilizándose en nuestros días. La forma correcta para designar este cuadro médico es, como se ha dicho previamente, polinosis.
Manejo y tratamiento
Se puede indicar un tratamiento sintomático (corticoides, antihistamínicos, etc.) durante el período de polinización de aquellos pólenes causantes de los síntomas. Este tratamiento no cura la enfermedad, pero permite aminorar o eliminar los síntomas mientras el paciente lo esté realizando.
La inmunoterapia (vacunación) va a disminuir el grado de alergia a los pólenes responsables, y de esta manera reducir o incluso llegar a eliminar la necesidad de medicación sintomática que, de otra manera, el paciente tendría que tomar año tras año durante la mayor parte de su vida. Además, la vacuna previene la evolución de la sintomatología hacia el asma bronquial (algo que ocurre hasta en el 60 % de los pacientes con rinitis polínica intensa que no se vacunan). Este tratamiento, a diferencia del anterior, sí es parcialmente curativo, pudiéndose interrumpir en la mayoría de los casos al cabo de los 3-5 años.
Consejos para prevenir y aliviar los síntomas
Resulta muy recomendable aplicar una serie de medidas higiénicas. La medida fundamental es evitar la exposición a los pólenes alergénicos.
- Abrir las ventanas del domicilio a primera hora de la mañana y cuando cae el sol, ya que es en estas horas cuando los niveles de pólenes son más bajos, porque los pólenes salen de las flores cuando hay más luz y calor.
- Ducharse y cambiarse de ropa al llegar a casa. Procurar no tender la ropa en el exterior, sobre todo los días de recuentos elevados, ya que los granos de polen pueden quedarse atrapados en las prendas.
- Cuando se salga a la calle, llevar gafas de sol, y mascarillas antipolen, para que el polen no pueda entrar en contacto con los ojos y la mucosa nasal.
- Instalar filtros antipolen en los aparatos de aire acondicionado, tanto en el domicilio como en el coche (no hay que olvidar cambiarlos con frecuencia).
- Cuando se viaje en coche, hacerlo con las ventanillas cerradas.
- Evitar actividades que puedan remover partículas de polen, tales como cortar el césped, barrer la terraza, etc. En caso de alergia al polen de gramíneas, no es recomendable tumbarse sobre el césped.
- Disminuir las actividades al aire libre en las horas centrales del día, entre el mediodía y las 5 de la tarde.
- Permanecer el mayor tiempo posible dentro de casa durante los días de mayores concentraciones de pólenes, sobre todo los días de viento.
- No dormir cerca de fuentes de pólenes alergénicos (árboles o plantas).
- Si se tiene jardín, evitar tener plantas que polinicen por el aire.
- Libro de las enfermedades alérgicas de la Fundación BBVA. ISBN : 978- 8492937-15-8.
- Tratado de Alergología 2o edición. Ergon 2015
- Fundamentos de Alergia e Inmunología Clínica. A. J. Pérez Pimiento. Mc Graw Hill 2020