Es posible que durante los últimos años hayáis escuchado hablar acerca de interfaces neuronales, pero que no sepáis muy bien a qué se refiere exactamente este concepto. La verdad es que, como veréis a lo largo de nuestro post de hoy, es algo que parece bastante futurista, pero tal y como ya os contaremos, son algo que comienza a ser de lo más habitual. ¿Os imagináis que las lesiones neuronales fuesen del todo reversibles? Pues deja de imaginar… ¡porque el futuro ya está aquí!

¿Qué son las interfaces neuronales?

En ocasiones, ciertas lesiones neuronales o nerviosas pueden acarrear una ‘desconexión’ de ciertas partes de nuestro cuerpo con nuestro cerebro. Esto hace que dejemos de poder controlarlas como antes, que cualquier tipo de esfuerzo por nuestra parte sea estéril. Las interfaces neuronales son el camino que la ciencia está utilizando para volver a restaurar estas conexiones. Unos puentes que permitan a nuestro organismo volver a coordinarse como si nada hubiese sucedido, y eso, para las personas que sufren este tipo de problema, supondrá un cambio de vida absolutamente alucinante.

Para que nos entendamos, la ciencia actúa como un mecánico de coches con un vehículo maltrecho. Hemos aprendido a leer los impulsos eléctricos de las neuronas, recogerlos, transportarlos y traducírselo al sistema que debería estar recibiéndolo en ausencia del problema. De este modo, un movimiento tan básico como coger un vaso de agua y llevarlo a la boca para poder beber el líquido que contiene deja de ser un sueño inalcanzable para una persona con una lesión medular que llevaba años sin poder hacerlo.

Las interfaces neuronales son, por lo tanto, soluciones de ingeniería puestas a disposición de sujetos con discapacidades motoras. Una forma de volver a conseguir que el cuerpo vuelva a recibir e interpretar las señales cerebrales que hacen posible gobernarlo. Y esto, sin duda alguna, es una grandísima noticia para una sociedad que cada vez sufre más accidentes que dan como resultado este tipo de lesiones.

¿Cómo funcionan?

Este tipo de tecnología no se queda únicamente en la salud. Por ejemplo, está trabajándose en que las máquinas obedezcan directamente a las órdenes que les demos desde nuestro cerebro. Es decir, en que no tengamos que utilizar un ratón para decirle al puntero a dónde tiene que ir, o en que no tengamos que tocar una sola tecla para redactar un texto completo.

En un futuro muy cercano, una interfaz neuronal directa será capaz de hacer que todo aparato electrónico obedezca a nuestros pensamientos. Esto, que parece una absoluta barbaridad reservada únicamente a las películas de ciencia ficción más avanzadas se convertirá en una realidad de lo más habitual entre nosotros, y la verdad, no podemos esperar ese momento con más ansia.

La forma más sencilla de entender este ‘milagro’ es ser conscientes de que nuestro sistema nervioso funciona con señales electroquímicas. Esto posibilita que la interfaz de neuronas se centre en la parte eléctrica de las mismas y la sabiduría humana ha hecho el resto. Una vez desentrañado el código utilizado por nuestro organismo y dominado el canal de transmisión, lo único que había que hacer era desarrollar la tecnología necesaria para restituir la comunicación. Ahora la tenemos, y son millones de personas las que pueden verse beneficiadas en apenas una década.

¿Os imagináis lo que debe ser para una persona tetrapléjica volver a caminar? ¿Poder dejar de depender de otras personas en todo momento?

Aplicaciones de la interfaces neuronales en medicina

Aunque, como ya hemos dicho, suenan a algo muy futurista, existen ejemplos de interfaces neuronales que todos conocemos. Es el caso del implante coclear, un dispositivo que restituye la audición en personas con lesiones que les impedían oír. De hecho, no solo solucionan una pérdida de audición, sino que son capaces de dotar del don de la escucha a personas totalmente sordas de nacimiento. Y eso, nos vais a perdonar, es una auténtica barbaridad. Ahora bien, existen muchas más aplicaciones de las interfaces neuronales en medicina, y vamos a nombraros unas cuantas:

  • Como ya hemos mencionado, devolver la movilidad a individuos que la han perdido en parte, o por completo, será algo de lo más común en un futuro cercano gracias a este tipo de tecnología.
  • Uno de los usos más habituales de estas interfaces en la actualidad es el de hallar diagnósticos neuronales muy fiables. No hay mejor manera de determinar en qué estado está un cerebro que siendo capaces de desentrañar sus secretos más oscuros.
  • Otra de las aplicaciones que le vemos, esta más futurista aún, es la de poder controlar a un autómata con el uso de nuestra mente. Esto, por ejemplo, podría hacer que una persona mayor controlase a su propio asistente robótico sin ningún tipo de problema. De este modo, tendría la ayuda que necesita durante las 24 horas del día.

Y esto, como ya os hemos dicho, solo por citar unos ejemplos. La realidad es que aún no sabemos cuál puede ser todo el potencial de las interfaces neuronales, pero eso es bueno, porque significa que significa que podemos esperar muchísimo.

Implicaciones éticas

El uso de esta tecnología resulta tan fascinante que es posible que no hayáis caído en ello, pero su aplicación conlleva unas implicaciones éticas muy serias. Por un lado, el hecho de que sea necesario experimentar con personas discapacitadas. Hacerlo es la única forma de avanzar, así que en este caso deberían ser ellas las que decidiesen. Al fin y al cabo, si nos ocurriese a nosotros, cualquier aliento de esperanza sería bienvenido.

Por el otro, igual de preocupante o incluso más, está el tema de la privacidad y la seguridad de la información. Hablamos de dispositivos que en un futuro tendrán la capacidad suficiente para leer nuestros pensamientos. ¿Qué pasa si alguien intercepta todo lo que pasa por ellos? ¿Y si comercia con nuestra información más íntima?

Está claro que habrá que proteger el uso de las interfaces neuronales de alguna forma que garantice que se siempre se utilizarán de una forma adecuada. Aún así, para nosotros lo difícil era contar con ellas, así que ahora que ya las tenemos… ¡legislar debería ser la parte sencilla!