- ¿Qué son y para qué sirven los analgésicos?
- Tipos de analgésicos
- ¿Cómo actúan los analgésicos para inhibir el dolor?
- ¿En qué casos se puede tomar un analgésico?
- Diferencias y similitudes entre analgésicos y antiinflamatorios: ¿Cuándo tomar un analgésico o un antiinflamatorio?
- ¿Qué debemos tener en cuenta cuando usamos analgésicos?
¿Qué son y para qué sirven los analgésicos?
Los analgésicos son fármacos cuya función es lograr la analgesia, es decir el alivio del dolor. Se define dolor como toda aquella experiencia sensitiva y emocional desagradable. La percepción del dolor se denomina nocicepción.
El dolor puede ser agudo o crónico según su duración, en el primer caso se trata de un dolor limitado en el tiempo y secundario a una lesión o evento de corta evolución. El dolor crónico es ilimitado en su duración y el ejemplo clásico es el dolor de los pacientes con cáncer.
Además, el dolor se clasifica según su causa, lo cual tiene interés a la hora de abordar su tratamiento:
1. Neuropático: Se produce cuando hay una lesión del Sistema Nervioso Central (el cerebro y la médula espinal) o de las vías nerviosas periféricas (los nervios). Los que lo sufren lo describen como punzante o como quemazón y asociado a alteraciones de la sensibilidad tanto por exceso como por defecto.
2. Nociceptivo, el más frecuente, que a su vez puede ser:
2.1 Somático: Afecta a piel, músculos, huesos, vasos… Es fácil de localizar, dolor punzante, se puede propagar por el recorrido de los nervios de la zona.
2.2 Visceral: Cuando se daña un órgano interno el dolor se localiza mal, es continuo y profundo, puede irradiarse a zonas que no tienen que ver con la lesión y asocia otros síntomas como náuseas, vómitos, sudor, palidez…
3. Psicógeno: Es un dolor que está condicionado por factores psico-sociales del individuo. Es típico que precise aumento de la dosis de analgésicos de forma constante, pero con escasa eficacia.
El dolor es subjetivo, pero en Medicina se utilizan herramientas para intentar clasificarlo también según su intensidad. Una de ellas es la escala EVA (Escala Visual Analógica del dolor) que consiste en pedir al paciente que describa la intensidad de su dolor en una escala del 1 al 10 si el 0 es no tener dolor y el 10 el máximo grado de dolor. Esto permite clasificar el dolor en leve (<3), moderado (4-7) y grave (>7). Requiere que el paciente colabore y sea sincero pero es muy útil porque se puede adaptar a niños y personas con características comunicativas diversas.
Tipos de analgésicos
Los principales grupos farmacológicos utilizados para la analgesia y la inflamación son los AINEs (Antiinflamatorios No Esteroideos), los opioides y grupos de fármacos que tienen otros usos directos, pero además pueden ser útiles en ocasiones para el control del dolor, como los corticoides, los antidepresivos…
Los AINEs son el ácido acetil salicílico (AAS), pirazolona (metamizol), oxicams, ácido indolacético (indometacina), ácido arilacético (ketorolaco, diclofenaco), ácido propiónico (ibuprofeno, dexketoprofeno, naproxeno),ácido mefenámico, paraaminofenol (paracetamol) y COXIBS (celecoxib y eloricoxib).
Los opioides son analgésicos mayores y aquellos cuyo uso está más extendido (agonistas puros) se clasifican en: opioides menores (codeína, dextropropoxifeno y tramadol) y opioides mayores (morfina, heroína, fentanilo, meperidina y metadona), aunque también existen otros como la pentazocina, la buprenorfina…
¿Cómo actúan los analgésicos para inhibir el dolor?
Los AINEs inhiben unas enzimas llamadas ciclooxigenasas (COX 1 y 2) y esto provoca que no se generen en el cuerpo tromboxanos ni prostaglandinas, que son productos que median la inflamación, entre otros mecanismos. Al bloquear la cascada inflamatoria, tienen un efecto evidentemente antiinflamatorio, pero además analgésico y antipirético (evitan la aparición de fiebre).
Los opioides son agonistas de receptores del Sistema Nervioso Central, es decir, se unen a estos y producen analgesia. Además de elevar el umbral del dolor, tienen otras ventajas como que disminuyen la reacción emocional al dolor o que la mayoría no tienen techo analgésico. Esto último significa que, salvo excepciones, siempre se puede administrar más cantidad en caso de que con la dosis inicial no se contrarreste el dolor, aunque existen otros efectos importantes además del analgésico que deben ser tenidos en cuenta. Además, su administración es muy variable, se pueden tragar (vía oral), se pueden absorber a través de las mucosas, a través de la piel, por vía rectal, intravenosa…
No solo son analgésicos, sino que también se utilizan como antitusígenos (la codeína se utiliza para la tos muy irritativa), antidiarreicos (la loperamida), en el Edema Agudo de Pulmón, para tratar la sensación de “falta de aire” (disnea) en enfermos terminales y en el tratamiento de la drogodependencia.
¿En qué casos se puede tomar un analgésico?
Cuando un paciente presenta dolor, se utiliza la escala analgésica de la OMS (Organización Mundial de la Salud) que gradúa la administración de analgesia según la intensidad del dolor, es decir, ante la aparición de dolor primero se administran fármacos del primer escalón y solo se pasa al siguiente si los síntomas no ceden con los del primero.
El primer escalón lo conforman los AINEs, es decir, analgésicos no opioides, el segundo escalón los opioides menores y el tercer escalón los opioides mayores. A todos los escalones se pueden añadir fármacos coadyuvantes, que son otros grupos farmacológicos que potencian el efecto de los analgésicos clásicos.
Sabiendo que la administración de analgesia debe ser progresiva y empezando siempre por el escalón inferior, en casos de patología como dolor tras un traumatismo leve que no requiere atención médica, se puede tomar un analgésico del primer escalón a las dosis indicadas en el prospecto y siempre y cuando no existan dudas acerca de si es compatible con otras enfermedades del paciente… etc.
Diferencias y similitudes entre analgésicos y antiinflamatorios: ¿Cuándo tomar un analgésico o un antiinflamatorio?
Como ya se ha explicado previamente, existen analgésicos que son antiinflamatorios y combinan ambas funciones en mayor o menor medida (fundamentalmente los AINEs) y otros analgésicos como los opioides que no se administrarían de forma aislada si existe dolor de causa inflamatoria. Por ejemplo, para un dolor de tipo somático (que recordemos que está provocado por lesión de piel, músculos, huesos…) se deberían incluir en el tratamiento los AINEs. Para abordar el dolor visceral, se obtendría muy buena respuesta con opioides.
¿Qué debemos tener en cuenta cuando usamos analgésicos?
Precauciones generales
Como todos los fármacos, los analgésicos tienen efectos secundarios, el riesgo se acentúa al estar tan extendido su uso, en numerosas ocasiones sin prescripción médica. Hay que estar alerta ante la aparición de efectos adversos, tomar los fármacos según la posología recomendada para evitar problemas derivados de su sobredosificación y consultar en caso de tener otras patologías que puedan agravarse por el uso de estos.
Los AINEs tienen como efectos secundarios
Problemas gastrointestinales:
Un alto porcentaje de los pacientes que los utilizan experimentan dolor en la zona alta y central del abdomen (epigastralgia), molestias como distensión y sensación de plenitud tras las comidas, en algunos casos (graves) úlceras gástricas y/o duodenales e incluso perforación o hemorragia digestiva. El riesgo aumenta con la edad, el tabaquismo y el uso de anticoagulantes, y disminuye si se asocia un IBP (Inhibidor de la Bomba de Protones) como omeprazol.
El paracetamol no es gastrolesivo.
Problemas renales:
Pueden producirse nefropatías agudas (inflamación del riñón -netritis- o insuficiencia renal aguda) independientemente de la dosis, especialmente si se asocian otros fármacos nefrotóxicos. Los AINEs más nefrotóxicos son la indometacina y la fenilbutazona.
El uso prolongado de AINEs, especialmente paracetamol y AAS puede provocar una nefropatía crónica como la nefritis tubulo-intersticial. Por un mecanismo mediado por el riñón, el uso de AINEs puede favorecer la aparición de hipertensión arterial.
Además, pueden disminuir el efecto de otros fármacos y elevar el ácido úrico en sangre.
Hipersensibilidad:
Pueden producir rinitis alérgica, broncoespasmo, problemas en la piel, sensibilidad a la luz…
Problemas hepáticos:
La gravedad es variable, pueden producir desde una elevación asintomática de las enzimas del hígado (transaminasas) hasta intoxicación por paracetamol.
Problemas neurológicos:
Muy variados, desde vértigo hasta síntomas auditivos o hipertensión intracraneal.
Problemas hematológicos:
Anemia (disminución de los glóbulos rojos), trombopenia (disminución de las plaquetas) e incluso agranulocitosis (disminución grave de los glóbulos blancos en la sangre).
Los opioides tienen como efectos adversos:
Problemas gastrointestinales:
El más frecuente es el estreñimiento, y no se genera tolerancia (no disminuye con el paso del tiempo), por lo que se deben asociar laxantes. También pueden provocar náuseas y vómitos, toxicidad hepática y no se recomiendan en caso de cólicos biliares.
Problemas neurológicos:
Provocan somnolencia, sedación, deprimen zonas del Sistema Nervioso relacionadas con la respiración y con la contracción de los vasos sanguíneos, contracciones musculares…
Problemas renales y del aparato urinario:
Glomerulonefritis y problemas al orinar sobre todo en ancianos y pacientes con hipertrofia benigna de próstata (generalmente orinar con mucha frecuencia y quedarse con sensación de no haber vaciado completamente la vejiga).
Tolerancia:
Es la situación en la que se debe aumentar la dosis de medicación para lograr el efecto analgésico inicial, a veces se puede confundir con un aumento de las necesidades de analgesia por avance de la enfermedad.
Dependencia física y psicológica:
La dependencia física se relaciona con la supresión o descenso brusco de la medicación en tratamientos prolongados y la dependencia psicológica no se relaciona con el uso como analgésicos de los opioides y no se debe limitar su uso por este motivo.
Intoxicación por opioides:
Se caracteriza por enlentecimiento de la respiración, somnolencia pudiendo llegar al coma, cianosis (coloración azulada de la piel), pupilas muy pequeñas… en el contexto de una sobredosis de opioides.
Precauciones en niños
En los niños hay que tener en cuenta la inmadurez de su organismo y que en ellos la gran mayoría de los fármacos se deben dosificar en función de su edad y peso, por lo que es de vital importancia seguir siempre las instrucciones de uso proporcionadas por el personal sanitario para evitar la sobredosificación y para no administrar fármacos que no sean adecuados para la edad del infante. El AAS puede provocar una enfermedad llamada Síndrome de Reye en niños que padecen una infección por virus.
¿Qué analgésicos se pueden tomar en el embarazo?
Existe una clasificación de los fármacos según el riesgo para el feto si se utilizan durante el embarazo y en general existen analgésicos que se pueden utilizar en embarazadas, pero es importante consultar con un médico antes de tomar cualquier medicación en esta situación por la gravedad de las consecuencias de un uso inadecuado.
No se recomienda tomar AINEs a partir de la semana 28, el metamizol está contraindicado en el 3er trimestre, los opioides se deben evitar en el periodo periparto por posibilidad de intoxicación del recién nacido.
El paracetamol es el analgésico de elección en embarazadas en términos generales, aunque es necesario consultar en cada caso particular por no estar exento de efectos secundarios, y utilizando la menor dosis posible. Tampoco se han descrito casos de efectos adversos en embarazadas con tramadol (siempre y cuando no se administre periparto por ser un opioide).
En cualquier caso, es muy importante consultar a su profesional sanitario de referencia para valorar la situación concreta de la embarazada, así como el momento del embarazo en el que se encuentre y otros condicionantes de interés a la hora de elegir el mejor analgésico.
¿Cuándo consultar con su médico?
Se recomienda evitar la automedicación y consultar siempre con un profesional sanitario antes de introducir nuevos fármacos o aquellos que no estemos seguros de cómo utilizar.
Si su médico le ha prescrito con anterioridad un analgésico para una enfermedad leve por la que no necesita volver a consultar, seguramente puede tomarlo sin riesgo si presenta los mismos síntomas.
Cuando aparezcan algunos de los efectos adversos mencionados anteriormente tras consumir algún analgésico, se recomienda acudir a un centro sanitario.
- Farmacología básica y clínica Lange, 15ª edición. Bertram G. Katzung, Todd W. Vanderah. McGraw Hill, 2022.
- Anestesiología clínica de Morgan y Mikhail, 5ª edición. John F. Butterworth, David C Mackey, John D. Wasnick. Manual moderno, 2018.